El mundo necesita soñadores: cuando la calle es una inmensa habitación
La calle es uno de los escenarios donde se transcribe gran parte de la vida individual y colectiva de una ciudad. En la calle se vive, se goza, se baila, se odia, se ama, se sufre, se trabaja y, también, se duerme. Sí, se duerme y se sueña. La escritora Anaís Nin dijo que los sueños son necesarios para la vida, y la diplomática Eleanor Roosevelt visionó que el futuro pertenece a quienes creen en la belleza de los sueños. “Sueño mi pintura y pinto mi sueño”, coloreó Vincent van Gogh, el artista que se cortó la oreja de puro rencor. Por su parte, el filósofo Henry David, más sereno, apunto que los sueños son las piedras angulares de nuestro carácter.
El sueño, ¿qué es el sueño? Podría decirse que es una parte integral de la vida, una necesidad biológica que nos permite recuperar fuerzas, reponer las funciones físicas y hasta sicológicas para un buen rendimiento. El cuerpo en su faena diaria se desgasta, pierde energías y, por ende, debe descansar, reponerse.
Y para dormir, cuando el sueño ataca no hay cuerpo ni piel que lo resista. Es, quizás, por ello que cuando recorremos las calles de las ciudades podemos ver a personas que duermen a pierna suelta sobre el gramado de un parque, en plazuelas, cajeros, etc. Ahí descansan posiblemente después de un duro trabajo o una trasnochada.
Pero esta actitud de dormir en la intemperie puede significar, también, parte de la idiosincrasia peruana. Así somos los peruanos. Se podría decir inclusive que es un comportamiento colectivo. Basta con ir a un parque, a una plazuela o a un mercado y no faltará alguien que esté, placenteramente, en los brazos de Morfeo.
Por eso cuando esté en la calle y alguien duerma, recuerde no hacer bulla, porque podrían despertarlo. Dejarlos dormir, descansar, soñar.